En el arte de liderar equipos una de las piezas clave sin duda es el dar “reconocimiento”. Su impacto directo en las personas al mejorar el bienestar, el clima laboral y la productividad la vuelven una práctica fundamental dentro de la cultura organizacional.
Esa “magia” que aparece al momento de recibir un reconocimiento, tiene su “truco”, si, así es, tiene su fundamento. Según explican los estudios desde la órbita de la neurociencia, cuando recibimos el reconocimiento de un logro por parte de un otro, algo pasa en nuestro cerebro. Cada gratificación activa el circuito cerebral del placer y se integra con las acciones que la causaron, por lo que tendemos a repetir dichas acciones. La liberación de dopamina que se produce hace que el trabajo sea más placentero.
Esto mismo es lo que apalanca la productividad de los equipos, en la medida que el líder reconozca logros alineados a las metas, generara que las personas estén más motivadas y sean más productivas, alcanzando así los resultados esperados por la organización.
Las prácticas de reconocimiento presentan un abanico de posibilidades, pueden ser individuales, en conversaciones de feedback líder/colaborador, rutinas semanales en las que se celebren los logros que el equipo consiguió, hasta menciones y entrega de premios por resultados de proyectos en convenciones.
Cuando las organizaciones nos invitan a hacer un diagnóstico de su cultura y medimos su clima laboral, observamos que los principales indicadores que se ven afectados por la ausencia de reconocimiento, en la órbita del liderazgo, son los del despliegue de potencial, autonomía y motivación. Otras dimensiones que se ven impactadas, a nivel organización, son las del orgullo, compromiso y recomendación.
El salario emocional que trae aparejada la presencia del reconocimiento en las organizaciones sin duda cuenta en la ecuación que las personas hacen al momento de elegir quedarse en la empresa, apalancando así la fidelización de los colaboradores y la retención de talentos, disminuyendo por ende la rotación y el déficit económico que ésta trae aparejada.
Que esta práctica de reconocer se lleve a cabo y que los líderes de las organizaciones sean conscientes del poder que tiene es fundamental para que logren hacer su “magia” y construir equipos saludables y motivados.
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